La ira es un escalón hacia el coraje que nos mueve a actuar, es una respuesta a algo que nos ha hecho daño, sea en el nivel que sea y que estalla en forma agresiva. En los momentos en que ha aparecido esta emoción en mi vida para mí ha sido agotador. Los daños colaterales han sido siempre superiores al beneficio que ésta me ha aportado. Una vez pasada la tormenta me he sentido culpable, arrepintiéndome de lo que he hecho o dicho, entrando en una espiral de pensamientos negativos. Y todo ello se ha agravado cuando quienes han recibido las consecuencias han sido mis hijos ¿Tenemos derecho a responder con ira? Sí, lo tenemos, porque si damos esta respuesta emocional es que no había ninguna otra para seleccionar en ese momento. Pero ello no significa que tengamos que ejercerlo.

La ira nos debilita, nos consume la energía

Cuando aparece siento que me he subido a una montaña rusa sin final. En cambio en otros momentos no se ha activado ninguna respuesta agresiva en mi ¿Qué ha cambiado? ¿Dónde está la clave? Para mí solo hay una:

Si la ira viene, no hace falta darle la bienvenida con cohetes pero tampoco cerrar la puerta a cal y canto para que no entre. Más vale abrir puertas y ventanas para que se marche lo antes posible. Ello significa que cuando entro en ese estado debo darme cuenta para intentar salir del modo rabia.  Durante un tiempo llevé una pulsera azul que le pedí a mi hija que me hiciera.  Cuando entraba en la rabia, me la miraba consciente y reconocía que acababa de caer en sus garras, lo que me permitía salir antes de ellas ¿Qué he aprendido en este proceso?:

 

  • Pide perdón y perdónate. El perdón tiene unos efectos sanadores inimaginables, es un gran acto de amor. Perdonar significa que aquello contra lo que luchábamos ya no nos hace daño.
  • Elimina la culpa. No hay nada más inútil, créeme. Entramos en una rueda de victimismo que no nos ayuda a avanzar. Es como un coche en medio del barro: contra más damos al acelerador, peor. Mejor baja, continua a pie y pide ayuda si la necesitas.
  • Reflexiona. Pregúntate después de la tormenta que hay en esta situación que te irrita tanto. Seguramente lo primero que aparecerá por tu mente es «es que él ha hecho…» o «es que es ella quien me provoca con…». Olvídate de los otros. ¿Qué te mueve a ti como madre, como padre?
  • Actúa. Haz todo lo que esté en tu mano para que la ira no sea tu respuesta inmediata, para que no sea ella la que mande en ti. Visualiza la misma situación con una respuesta diferente o incluso antes de que pase, para saber cómo prevenir el momento si aparece (irte a otra habitación, abrazar a tu hijo, empezar una guerra de cojines, leer unas frases escritas previamente…). 

Si algo he podido constatar de este cambio como madre, es que cuando la ira no ha formado parte de mis respuestas, tampoco lo ha sido de mis hijos.

Que tengas un feliz día 🙂