«En la ludoteca donde trabajaba acogimos un niño de 4 años recién llegado de China. Su hermano de 15, que ya llevaba varios años viviendo en Barcelona, nos hacía de traductor. Aunque no era necesario. El niño no tenía ningún interés en nada ni en nadie. Más bien diría que estaba asustado viendo el universo caótico que le rodeaba. Le ofrecíamos varias posibilidades lúdicas, pero ni caso, como si fuéramos transparentes. De repente su mirada se quedó colgada en un rincón de juego. Era la tienda. Se levantó de un salto y se puso detrás del mostrador. Abría y cerraba la caja, contaba el dinero, daba órdenes a su hermano de cómo debía colocar las frutas y ponía el género en bolsas a los pequeños clientes que le señalaban lo que querían. El juego le permitió volver a casa, al rincón de mundo que conocía y le hacía sentir seguro».

Pocas cosas hay que me fascinen más que ver jugar a una criatura. Primero por todo lo que su juego me dice de ella y segundo porque me traslada a mi propia infancia.

A menudo olvidamos que el primer lenguaje del ser humano es el juego. Las criaturas captan, comprenden e interiorizan lo que viven y las rodea, jugando. No hay nada en el juego que sea casual. Pero si queremos entenderlo, tenemos que aprender a mirarlo.

Sin ir más lejos, el juego eterno de los pequeños de lanzar un objeto, esperar que el adulto lo recoja y con una sonrisa excitada volverlo a tirar, es cansado e incomprensible para nosotros, pero enormemente rico para ellos. El hecho de repetir lo mismo les da seguridad, saben qué pasará, y considerando que viven en la incertidumbre absoluta (ahora toca baño, ahora guardería, ahora cochecito…), con este juego pueden tener el control sobre la acción. Además ensayan su fuerza, la distancia del objeto según como lo tiren, investigan las gesticulaciones de nuestra cara, aprenden a coordinar movimientos, ensayan el sonido de su propia risa y sobre todo, crean y refuerzan el vínculo con nosotros.

El juego infantil nos da una información muy valiosa de lo que vive el niño a todos los niveles, pero sobre todo a nivel emocional. Por eso el juego llamado hacer como si o juego simbólico es la estrella entre las estrellas. Todo lo que hacen responde a algún mecanismo interno (porque es lo que viven en casa, porque lo han visto y como no lo entienden, juegan a reproducirlo para poder comprenderlo o porque necesitan vivir experiencias diferentes a su realidad cotidiana). Este tipo de juego debemos observarlo como si fuera un videojuego de realidad aumentada. Por ejemplo cuando oímos como grita y castiga a sus muñecos y pensamos con indignación «Yo no grito así, ¿de quién lo habrá aprendido?». Es posible que no gritemos, pero quizás alzamos a menudo la voz, sobre todo a primera hora de la mañana, cuando estamos llegando tarde y todavía están saltando sobre la cama. Y eso es lo que nos está diciendo su juego de modo más exagerado para que nos enteremos, que su reloj y el nuestro van descompasados. Si aprendemos a interpretar el juego, en lugar de juzgarlo bajo el prisma adulto, podremos hacer cambios que mejorarán sin duda nuestra relación con ellos.

A veces decimos frases tipo «lo está imitando de la película que vio ayer», como si el juego fuera sólo una reproducción robótica. Sí, es probable, pero ¿por qué imita esto y no otra cosa? ¿Por qué dos niños ven los mismos dibujos y en cambio reproduce elementos diferentes? Pues porque ven, sienten e interpretan el mundo de diferente manera. Miradlos jugar con una cocina, por ejemplo: unos sólo ordenan, otros cocinan platos y más platos hasta que los huevos fritos y las patatas flotan por la mesa y otros sólo buscan invitados para poder poner la mesa con ramo de flores incluido. El mismo juego puede tener significados diferentes dependiendo de las vivencias del jugador.

La frase que se atribuye a Platón «puedes descubrir más de una persona en una hora de juego que un año de conversación» la secundo totalmente. Seguro que si cierras los ojos y rescatas tus momentos de juego infantil, el corazón te latirá como entonces y sonreirás de forma automática. A que jugamos y como, nos delata. Quizás te acabas de recordar haciendo puzzles en medio del comedor y te ha sorprendido descubrir que ahora trabajas igual; no puedes parar hasta que no encuentras lo que no encaja. O ordenando la cocina de juguete y los armarios de las muñecas, y ahora eres del club de fans de Marie Kondo. O construyendo coches, grúas y barcos y ahora sólo ansías comprar algún mueble en IKEA para poder montarlo. O quizás eras más de muñecos que atravesaban el Amazonas, subían montañas y hacían expediciones al Ártico y ahora el mundo se te ha quedado pequeño.

Siguiendo el hilo de nuestro propio juego infantil, quiero proponerte tres cosas:

1.Prueba a escribir a que jugabas cuando eras una criatura. Extrae tantos detalles como puedas: con quien te gustaba jugar, como disponías los juguetes, si lo habías preparado todo antes, si iniciabas mil juegos al mismo tiempo, si eras todo movimiento, si llevabas siempre la iniciativa, los olores que recuerdas, las texturas que más te gustaban… Sólo con pensarlo verás que tu corazón se eleva.

2.Ahora busca analogías con lo que haces y disfrutas de adulto. Verás como aquella criatura ya había viajado al futuro y sabía muchas cosas de ti.

3. Si no lo estás haciendo ya, ve ahora mismo a una tienda especializada en juegos de mesa (no te los acabarás ni con tres vidas) y compra un buen cargamento. Propón partidas a la familia que te ha tocado o a la familia que has elegido 😉 y observa. Mira quien compite incluso con su propia sombra, quien es discreto y juega casi en silencio, quien hace trampas sistemáticamente, quien consulta las instrucciones a cada segundo, quien se inventa la mitad de las normas, quien dice que no le importa perder pero ves los rayos que se filtran por sus ojos o quien siempre ríe porque para eso juega, para divertirse. El juego no engaña porque nos anula los filtros y nos hace bajar la guardia. Por suerte.

Y ahora, en este preciso momento que vuelves a tener el interruptor en la casilla del juego, habla con el niño que fuiste y te darás cuenta de todo lo que has abandonado. Nunca es tarde para reencontrarte.

Si quieres entender el juego de tus criaturas, o saber más del tuyo ;), déjame un comentario o escríbeme a info@silviapenon.com y estaré encantada de acompañarte a descubrir los secretos que esconde.

Foto gentileza de Cheng Xiao a Unsplash