«Vengo de IKEA. Estoy sentada en medio del comedor ante un océano de tornillos, tuercas y maderas que me parecen todas iguales. Tres hojas de instrucciones me producen vértigo. En un descuido, mi hija de 8 años empieza a abrir bolsas y bolsitas con los ojos relucientes como si fuera el día de Reyes. Entro en pánico.
—¡No, que haces! Lo estás mezclando todo, ahora tendré más trabajo. Vete a jugar por favor y déjame hacer a mí —la riño sin apenas mirarla.
—No es verdad, mira; estos tornillos que he puesto aquí son los largos y las piezas raras las he puesto sobre la madera pequeña, allí, y las herramientas negras sobre el plástico. Yo sólo quería ayudarte mama —lloriquea sentada en el suelo al lado de su autoestima».
Queremos que la autoestima de nuestras hijas e hijos esté bien anclada, porque sabemos que la vida les será más amable y también más fácil para encontrar la porción de felicidad que les corresponde. Pero ¿cómo hacerlo si bastante trabajo tenemos manteniendo la propia? Podemos aportar nuestro grano de arena, claro, pero no perdamos de vista que la autoestima es un concepto emocional, es decir, es la valoración subjetiva que hacemos de nosotros mismos según el modo en que nos relacionamos con el entorno. Aquí la razón pinta poca cosa. ¿Nunca has pasado escuchar de una criatura que sus dibujos son una porquería, cuando tú estás viendo que tiene el talento de una gran artista? Seguro que os vienen a la cabeza un sinfín de ejemplos. Por eso quisiera aclarar otro concepto que va unido que es la autoconfianza que vamos adquiriendo a medida que logramos objetivos jugando con los recursos que tenemos. Cuando somos capaces de hacer lo que nos habíamos propuesto a pesar de las dificultades, la confianza en nosotros sube como un cohete. Y si las dificultades eran muchas y monstruosas, mejor que mejor. Los puntos en la cartilla de la autoconfianza determinarán como se enfrentarán las criaturas con los nuevos retos y experiencias.
¿De qué modo podemos contribuir al buen estado de la autoestima de hijas e hijos? Nos puede ayudar recordar algunas de las reglas de oro:
- Olvidemos las etiquetas («Eres un perezoso, eres la mejor, eres desobediente, eres una impaciente…”). Las etiquetas hacen invisibles a las personas. Son más grandes que nosotros por eso nos acaban definiendo. Las criaturas se encuentran atrapadas en ellas (para bien y para mal) y terminan acomodando su personalidad a lo que oyen constantemente que son. Les da una presión que las limita. Preguntémonos que esconden antes de ponerlas y cuál es la causa por la que actúan así. No todo es siempre como parece.
- Darles la oportunidad de hacer por sí mismos todo aquello que puedan hacer. Enseñarles a hacer, en lugar de hacerlo por ellos, es un paso para reforzar la autonomía y la autoconfianza. Sí, tenéis razón, es más lento y cansado, pero a la larga es más efectivo. ¿Cómo sabrán que tienen la capacidad de hacerlo si no lo prueban?
- Reivindiquemos el derecho a la equivocación. Si intentamos evitar que se equivoquen dejarán de aprender que el error es una oportunidad de mejora. La equivocación les enseña dónde estaba el error para no repetirlo. Nuestro trabajo será acompañarlos en el camino en el camino de encontrar una nueva solución. De este modo también contribuimos a fortalecer la resiliencia, concepto investigado por la doctora en pedagogía Anna Forés, que define de manera entendedora como la capacidad de resistir y superar los obstáculos aprendiendo de los errores con humor. Hacedle caso, es un gran descubrimiento.
- Confiemos en nuestras criaturas desde el corazón, no desde las palabras. No sirve decir aquello de «confío en que eres capaz de hacerlo» si por detrás hemos extendido la red por si cae. Confiar significa tener la certeza que tienen las capacidades y que tarde o temprano sabrán mostrarlas. Además aprenderán el valor de la confianza y también lo harán con nosotros.
- Aprendamos a distinguir cuando quieren ser escuchados y cuando nos están pidiendo opinión. Ello también nos pasa con los adultos. Tenemos cierta tendencia a aconsejar, despreciando la opinión y capacidad de decidir del otro. Hagámosles preguntas, no siempre hay que decidir por ellos, para que sean precisamente ellos quienes lleguen a sus propias conclusiones.
- Ayudémosles a ponerse objetivos. Podemos adaptarlo a cualquier edad. Deben saber que son capaces de conseguir las metas que se propongan. Ayudémosles a encontrar y reconocer sus valores y no proyectemos en ellos nuestras expectativas, porque acabará coartando lo que son. Y nada les hará más felices que sentir que lo han hecho solos.
- Vigilemos con la alabanza fácil. Sé que nuestras criaturas son las mejores, las más listas y bonitas del planeta, pero que ellas no lo sepan 😉 Pero si de algo no deben tener nunca ninguna duda es de nuestro amor, de que siempre estaremos contra todo pronóstico. Nosotros somos su red, no necesitan más.
- Olvidémonos de las comparaciones. Nuestras hijas e hijos son únicos y también lo son sus circunstancias, por tanto las comparaciones pierden todo el sentido, y más, si hieren. Concentremos la energía en que encuentren y potencien sus talentos.
- Pasemos cada año la ITV de nuestra autoestima. Seamos ejemplo de una buena salud de autoestima. Olvidemos las frases tipo «qué desastre, no hago nada bien» que lo único que hacen es menospreciarnos y cambiémoslas por «vaya, me he equivocado, ahora tendré que buscar una solución».
- El optimismo crea, el pesimismo niega. El optimismo es una herramienta de supervivencia. No significa no ver problemas, sino focalizarnos en las soluciones. Enseñemos a las criaturas las bondades del optimismo, a ser creadoras y protagonistas de su realidad y a no caer en el victimismo de las circunstancias que les niega la libertad de escoger.
«No pienses en los fracasos de hoy, sino en el éxito que puede llegar mañana. Te has propuesto una tarea difícil, pero tendrás éxito si perseveras, y encontrarás gozo en la superación de los obstáculos ».
Helen Keller (1880-1968. Activista, escritora y profesora norteamericana que era sorda y ciega, pero no dejó que eso la definiera. Una historia de superación apta para todos los públicos).
Foto gentileza deDebby Hudson en Unsplash
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