¿Sabéis que me fascina de una historia? Que a pesar de ser la misma para todo el mundo, los hilos de la narración siempre acaban tejiendo vestidos diferentes en cada persona. Dibujan imágenes salidas del armario de nuestra memoria. Si a un grupo de niñas y niños les decimos que imaginen un monstruo, sin darles más datos, tendremos tantos monstruos como criaturas que lo han imaginado. Cambiará la forma, el color, la altura o el número de ojos. Unos serán de pelaje suave o feroces babosos de dientes afilados. La diferencia estará en la emoción que vincula cada niño a la palabra. Los cuentos y las emociones van siempre de la mano.
Construimos nuestra vida con ladrillos de historias
Todo el mundo tiene una narración única. Las criaturas se pierden con nuestros rollos pedagógicos (por más tono suave y ojos de conejo de peluche que pongamos), pero entienden a la primera el lenguaje de los cuentos. Ya sé que os encanta leerles por la noche, hacer vocecitas y mirar sus caritas aguantando la emoción. Pero como esto ya lo hacéis muy bien, os quiero hablar de los cuentos como aliados en cualquier situación. ¿Que no se quiere vestir por la mañana? Cuento. ¿Que no se quiere duchar? Cuento. ¿Que no quiere comer? Cuento. Aunque deberíamos analizar sobre la razón que provoca el conflicto, sin duda una historia siempre es un buen método para desatascar la situación porque:
- La imaginación es su territorio, su dominio.
- Interiorizan mejor un mensaje cuando no se focaliza en su persona, ya que no se sienten culpables. El problema es más fácil de comprender desde fuera y les permite encontrar sus propias soluciones.
- Viven los personajes sintiendo las emociones en carne propia. Se identifican con ellos creando un efecto espejo.
- Los cuentos no obligan, piden permiso para entrar dentro de los corazones.
- Las palabreas ayudan a ordenar el caos interior de sentimientos y a poner nombre a aquello que a veces no saben identificar o no entienden.
Las madres y los padres tenemos a nuestro alcance una de las mejores herramientas de comunicación, una fuete de creación de recuerdos inagotable. Solo necesitamos poner conciencia y alma durante la narración. En un próximo post os explicaré como lo hago para personalizar los cuentos según la situación, pero mientras tanto us dejo de la mano de los deliciosos libros de Anna Llenas por si queréis dar un paseo por ellos.
¿Y si no fuera el viento quién mueve las hojas de los árboles? 😉
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